Los actores cuando suben al escenario están dispuestos, o así lo creen, a encarnar un “personaje” y darle vida.Pasando por Stanislavsky, Strassberg y Eric Morris; creía que había llegado al límite en esto de “vivenciar “ un personaje.Pero hablando de existencia es difícil sino imposible marcar un límite y fue así que el laboratorio principal de mi nueva manera de enfrentar el teatro fue el armado de una obra que escribí, dirigí y en la que finalmente actué. Y así me dediqué a seguir investigando y probando esto que llamo “creación de existencia”. Creo que el actor es el protagonista del hecho teatral y lo que lo coloca en condición de artista es la posibilidad de “crear” sobre el escenario algo nuevo. El arte es aquello único, que ocupa algo del vacío imposible de llenar , y que muestra algo diferente jamás mostrado. Cada actor tiene la posibilidad, en ese corto y lábil tiempo que dura su obra, de ser un artista. Hay que tener coraje para enfrentar aquella existencia que nos propone cada uno de los personajes a encarnar. Como creo que la profesión de actor y su desarrollo es directamente proporcional al desarrollo de la persona, considero que cada personaje que se nos presenta llega a nuestras manos por causalidad y no por casualidad. Lo que convierte a la profesión en una interesante manera de atravesar la vida propia. Vamos descubriendo algo de nosotros mismos, eso que podemos llamar self, en cada personalidad creada para cada obra. Y así se estira el límite de nuestra conciencia y podemos ver un poco más en nuestra condición de ciegos. El personaje una vez creado con este método, transita libremente en su hora y media de existencia sobre el escenario , y suelta su propia esencia, sintiendo y diciendo cosas que al mismo tiempo velan y develan nuestra propia esencia como personas. El personaje puede darse cuenta de cosas de las que nosotros como personas no tenemos ni idea, ya que su existencia es diferente a la nuestra. Dependiendo de la permeabilidad del actor, este puede permitir que eso aprendido por el personaje sea aprendido por él. La pregunta es ¿por qué no? si después de todo eso también nos pertenece.Este método requiere de actores entrenados en el arte de entregarse a la creación sin prejuicios ni condiciones, y de una persona con capacidad de escucha y de leer más allá de lo dicho manifiestamente. Es una condición que se puede entrenar con el trabajo cotidiano, hay que tener sólo deseo de hacerlo. El beneficio es poder llegar a ser ese ser único e irrepetible, destino con el que todos nacemos y pocos usufructúan. Se trata de estar despierto, con los dolores y los placeres que esto acarrea; de todo, mucho. Es despertar a la pasión de la vida misma tan ancha y larga como lo es el mismo mar. Y como en el mar hay que soportar los revolcones y no ahogarse. Hay que poder entregarse a los brazos del personaje como a los de un amante, y todos sabemos que los amantes son riesgosos porque nos llevan al éxtasis prohibido. No es para formales, cobardes o indecisos, o para los que quieren controlar lo que sienten, o para los que huyen cuando su corazón se puede abrir.Con un director-entrenador que sabe de este método y con actores entrenados y dispuestos no hay texto inasible.Descreo de los análisis de texto, del trabajo de mesa y de otras formas conocidas que lo único que hacen, a mi entender, es alejar al actor de su personaje cuando el trabajo es exactamente a la inversa. Cómo podemos saber en realidad qué quiso escribir un autor a la hora de desarrollar su obra, sólo podemos hacer real y presente su texto a la hora de desarrollarlo sobre el escenario; y es en esa conjunción mágica y alquímica que sus palabras vuelven a vivir y vuelven a decir algo de lo que él cuando escribió quizás quiso decir. Y como estamos creando tal vez también diremos cosas que ni siquiera pasaron por su imaginación.El teatro sucede en el presente como la vida misma y sólo en presente tiene sentido para los que participan de ese rito a la hora de la función. Y por supuesto incluyo a los actores y al público mismo, los que a su vez harán su propia lectura de lo dicho entrelazándolo con su propia existencia. Cada persona escucha y vé lo que puede y quiere ver. Y así se saltan fronteras ya que lo que realmente hermana a los hombres es su condición humana: todos amamos, sufrimos y tememos por las mismas cosas; y a la hora de vivir o morir no importa el color de la piel ni la condición social ni la historia ni el futuro. Todos somos irremediablemente iguales en el último suspiro que termina con nuestra existencia. Todos somos irremediablemente iguales cuando el dolor-amor nos atraviesa y nos deja absolutamente desprovistos. Y para esto de ser valientes a la hora de subirse al escenario, hay que reconocer la profunda cobardía de no querer saber.No es valiente quien no tiene miedo, sino el que con miedo hace igual.
MLP
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